Carnota actuó en la casa de la Orquesta Fernández Fierro, en el barrio porteño del Abasto. En un gran show recorrió temas de todas sus épocas y mostró sus nuevas canciones acompañado de grandes amigos de la música.
En más de una hora de concierto, mostró parte de su recorrido que comenzó allá por 1972, donde mucha música atravesó los tiempos sin señales de jubilación a la vista. Alcanzó con el comienzo del espectáculo para certificar la vigencia de su obra cuando, pasadas las 22.35, Raúl abrió la velada repitiendo el menú que inauguró en su último trabajo discográfico Runa (en Quechua “Hombre”): “Artesano del silencio”, “Eran las tres de la tarde” y “Cadencia y trigo”.
Antes del siguiente tema, Carnota destacó que entre la audiencia que estaba en el CAFF, había músicos de diversos estilos como Hilda Lizarazu, Ramón Navarro, Topo Encinar y Sandra Corizzo.
Después seguiría el vals “La rosa perenne” y la celebrada chacarera “La Sixto violín”, y llegaría al amplio escenario el primer invitado de la noche: Franco Luciani, compañero suyo en el Proyecto SanLuCa, quien “metió” la increíble sonoridad de su armónica en "Viene Clareando", de Atahualpa Yupanqui.
Luego, hizo ”El salar” y “Como la luz de un talismán”. Con Claudio Cardone al piano y Lisandro Aristimuño, que en guitarra eléctrica y voz, aportó más intimidad con el público por su forma de cantar “a lo Spinetta”, abordaron la canción “Sólo luz” que siempre genera “chispitas” con su letra que tiene esa potencia poética, si se quiere, para escribir con un fibrón indeleble en la puerta de la heladera, para tenerla siempre presente: “Sólo quiero luz, para andar y andar, mezclado entre nubes, voy a encontrar mi soledad”.
Continuó con “La llave”, “Camino hacia Quimilí”, “La asimétrica”, “Ay!, soledad” y “Gatito de Tchaicovsky”. El pianista Diego Schissi fue otro de los invitados con quien tocó un atrayente tango de autoría compartida.
Hacia el final, quedaría “Fin de siglo”, el candombe “Mano única” y la murga “Hasta el otro carnaval”. Para los bises de esta presentación de Runa, donde por primera vez muestra su trabajo como solista, llegaría la chacarera propia “Coplas sin luna” y “Zamba de Juan panadero”, de Castilla-Leguizamón.
Raúl Carnota, una vez más, demostró que sigue estando ahí, en el principio de todo, con ese don, con esa ley armónica que inventó él en su guitarra, con esa capacidad para conectarse con mundos elevados, con el cielo.